domingo, 8 de marzo de 2009

Ovejas


Cuando emprendió la marcha, faltaban 5 minutos para las 8 de la mañana. Jonás, volvia a llegar tarde una vez más. Su carácter abierto, y su excelente sentido del humor, hacían que no se le conociesen enemigos. Rehuía de los enfrentamientos personales, aún a costa de perder sus propios derechos. Jonás iba concentrado en el tráfico, que no le permitia avanzar con la diligencia que él quería. En su cabeza, ordenaba la actividad del día. Era, pensaba, otro dia más. La rutina, se había acoplado a él, como una tuerca con su tornillo. A pocos metros de su camino, una pareja discutía amargamente. El aspecto era el de una riña algo más subida de tono de lo que se podía considerar como razonable. El semáforo en rojo, permitia a Jonás divisar la escena con detenimiento. El hombre, muy corpulento y desaliñado, intentaba sujetar a una mujer, de la que tan sólo destacaba su negra melena. Ella, manoteaba bruscamente contra su agresor, manteniendolo a una distancia de seguridad, que a todas luces era insuficiente. Un inoportuno pitido del coche de atrás, sacó a Jonás de su ensimismamiento. Sin dejar de mirarles, reanudó la marcha. La mano del agresor, conectó con el rostro de la mujer, que indefensa, estrelló su cuerpo contra el suelo. Una patada hizo que la mujer lanzara un desgarrador grito, que Jonás escuchó a pesar de la distancia que ya los separaban. Jonás sintió que la patada se la habian dado a él mismo. El tráfico seguia su curso. Como ovejas dentro de un rebaño, nadie se inmutaba del maltrato al que la mujer se estaba viendo castigada. Algo se removió dentro de las entrañas de Jonás, que de un volantazo se salió de su camino habitual. En décimas de segundo, habia decidido que no podía consentir lo que estaba viendo. Desde su coche, llamó a la policía, informando de la agresión. Pero no podía esperar a que ellos llegasen. Sería demasiado tarde. El combate era muy desigual. Si no ayudaba a la pobre mujer, ésta no sobreviviria. A toda velocidad, se acercaba haciendo sonar el cláxon. Su intención era hacer todo el ruido posible, buscando aliados dentro del rebaño, que inmutable seguía su paso. Llegó a pocos metros de donde se estaba produciendo la agresión, bajó del coche y cogiendo impulso se lanzó contra el agresor, derribándolo con el peso de su cuerpo. Los dos cayeron al suelo. Jonás estaba fuera de sí. Jamás se había pegado contra nadie. Comprobó que aquel cobarde era de etnia gitana. Sus ropas negras, su piel aceituna, y sus rasgos eran inconfundibles. Torpemente, intentaba golpear a aquel desalmado. Se había convertido en una cuestión de supervivencia. El rebaño seguía inexorablemente su paso, lento pero seguro. Dos hombres se jugaban la vida a pocos metros, pero parecía que a nadie le importaba. El gitano, mucho más avezado en el cuerpo a cuerpo que Jonás, logró zafarse, propinando un tremendo golpe a nuestro heróe. Vio como sacaba de su bolso una enorme navaja. En ese momento, Jonás comprendió que iba a morir. Estaba indefenso, en el suelo, cansado por el rifi-rafe anterior. Su mente trabajaba deprisa, pero no veia escapatoria. El gitano, parecía estar cumpliendo con un ritual, ya que sus gestos y sus movimientos eran de una precisión milimétrica. Lo cogió del nudo de la corbata, esa que le regaló su suegra por navidades, apretando con ambas manos. Un acto reflejo, hizo que la poca fuerza que quedaba en el cuerpo de Jonás, se concentrase en su rodilla, propinando un magnífico rodillazo en la entrepierna del voluminoso gitano. Éste, acusó el magnifico golpe, soltandolo repentinamente. Las sirenas de las fuerzas del orden, se oían en la distancia. Los conductores asistían impavidos al espectáculo. Nadie hacía nada. La sociedad es cobarde y se ampara en la multitud, para no ver lo que no quieren ver. Jonás se puso de rodillas. le costaba respirar. Las potentes manos del gitano, habían hecho mella en él. Le costaba respirar, empapado en sudor y con los ojos desbordados de lágrimas, distinguia como el agresor se reponía de la efectiva patada. Llegaba el segundo asalto, en clara desventaja. La preocupación de Jonás era la imponente navaja que blandía en su mano derecha el agresor. Si en algún momento pensó que estaba cerca de la muerte, ése era el momento. El calé se avalanzó de nuevo contra él, con la intención de clavarle el arma, pero ya no tenía la precisión de unos minutos atrás. El cansancio físico tambien hacía mella en el gigante. No obstante, la ventaja era muy sustancial para él. Las fuerzas de Jonás estaban a punto de abandonarle. El rebaño continuaba sin inmutarse, las sirenas se oian cada vez más cerca, pero sabía que el desenlace no se demoraría más de unos segundos. Cuando ya contaba que todo estaba perdido, unas gotas de sangre caian sobre Jonás. El gitano, había quedado inerte, sin fuerzas, y el arma caía muy cerca del rostro de nuestro amigo. La vista se desvió unos centímetros a su derecha. La mujer de la larga cabellera negra, sujetaba una puntiaguda piedra en su mano derecha, cuyo extremo, se teñia de rojo, mientras lanzaba juramentos contra el agresor que a punto habia estado de acabar con su vida. Ayudó a incorporarse a Jonás, apartando el pesado cuerpo del gigante. Las sirenas cada vez se oían más cercanas. De repente una fuerte luz cegaba la vista de Jonás. ¡¡¡Jonás¡¡¡ despierta que ya es muy tarde. Las dulces manos de Raquel, zarandeaban a un Jonás empapado en sudor. El despertador seguía sonando. De un rápido manotazo, la bella mujer apretó el botón que silenciaban las sirenas que oía nuestro personaje desde hacía tiempo. Tardó en volver a la realidad. Mientras desayunaban, contaba cada detalle de su pesadilla. A la hora de vestirse, decidió que hoy, no se pondría corbata.

2 comentarios:

  1. Una pesadilla demasiado real para mi gusto.
    Que les pasa a los hombres que tienen que demostrar su "hombria" pegando a las mujeres?.
    Y yo me pregunto, que haría en caso de presenciar una escena como esa? llamar a la poli y probablemente nada más....yo sería otra mujer a la que maltratar........

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  2. Lamentablemente, hay "hombres" a los que su inteligencia no les llega para discernir entre lo que es una salvajada y lo que no. Animo a todas las mujeres que sufren maltratos, primero, a abandonar al hombre que la maltrata, y segundo a denunciarlo. Se que es muy dificil, pero, al final, recuperar la libertad a la que todos tenemos derecho, merece la pena. Seguro.

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