jueves, 26 de marzo de 2009

¿Que ofreces?


Jonás llegó a casa agotado. Las manecillas del reloj marcaban las 21.45. La soledad de su apartamento, le envolvía en un silencio que no pocas veces agradecía. Pero hoy era distinto. Recapitulaba mentalmente la rutina en la que vivía. Había elegido esta vida, y hoy por primera vez, pensaba que el precio que estaba pagando por ello, era demasiado caro. Sus 38 años empezaban a pesar en esa vorágine en la que se estaba convirtiendo su existencia. Pensaba lo agradable que sería tener a alguien esperándote en casa. Un rostro amigo, con el que combatir estos silencios, que pesaban más que nunca. Recordaba su pasado, en el que la ilusión por compartir esos pequeños momentos, le había llevado a arriesgar más de la cuenta, enamorándose de la mujer equivocada. Aún sabiéndolo, Jonás tenía el corazón lleno de anécdotas y de proyectos, junto a la persona que más había querido, y a punto estuvo de destruirle. Porque la experiencia le decía que enamorarse era un estado especial de bienestar, pero tambien era un estado demasiado arriesgado, donde alguien era capaz de hacerte daño, desde lo más profundo. Jonás se encerró en su trabajo, y la locura que voluntariamente se comía dia a dia, tenía su encanto. Estaba satisfecho de haberse demostrado así mismo que era capaz de superar las dificultades de vivir con el corazón roto. Sin embargo, hoy algo habia hecho que todo ese modelo saltase por los aires. Los sueños, no se pueden controlar, y llevaba soñando con ella varias semanas. La idea de volver con ella, le daba mucho miedo, pero a la vez, le daba alegría. Jonás cerró la puerta de la nevera, después de examinar el interior de la misma, como quien mira un duelo de espadanchines. En su cabeza, tan sólo una preocupación, porque era de los que pensaba, que para recibir, primero hay que dar. ¿Que podía yo ofrecerla para ser feliz?. Indudablemente, él sabía que estaba en disposición de ofrecer muy poco. Su trabajo le consumía el tiempo, y tan sólo quedaba libre cuando estaba demasiado cansado, como para ofrecer algo minimamente digno. Fue entonces cuando determinó que la felicidad no la podría alcanzar con las armas que tenía. Tendría que cambiar el ritmo, deshacerse de responsabilidades y disponer de un tiempo de calidad para ofrecer. Seria entonces cuando daría el próximo paso. Abrió su lata de cocacola, alzó la mano que la sujetaba hacia el cielo, y dijo, ¡¡¡va por ti¡¡¡. Y Jonás, esa noche, olvidó rencores, cogió el telefóno, marcó el número que aún recordaba de memoria, y al oir su casi olvidada voz, preguntó, ¿que ofreces?....

sábado, 14 de marzo de 2009

Dolce Vita.


Jonás madrugó ese sábado. Entre sus prioridades, esta vez estaba ir al gym. Lo llevaba pensando toda la semana. Unos días por unas cosas, otros por otras, no había podido hacerlo desde hacía un mes. Esta vez, nada se pondría por delante. Salio del portal de su casa, con la bolsa al hombro. Decidido arrancó el coche, que sin mayor esfuerzo, le llevaría al destino. Conduciendo, pensaba como había logrado alcanzar un nivel físico óptimo, gracias a sus esfuerzos y su constancia, pero que la ausencia de esos ejercicios últimamente, le habían hecho retroceder en su plan de mantenerse en forma. Entró en las instalaciones. Soprendido por la presencia de un nuevo recepcionista, muy del gusto de las féminas, ofrecio los buenos dias a toda la concurrencia. Llegó al vestuario, no sin antes pensar en lo bueno que sería que fuesen mixtos, y en que para algunas cosas, estabamos todavía en el siglo XIX. No obstante, una vez dentro, Jonás era de los que desconfiaba de todo el mundo. Se sentía observado, y eso le incomodaba. Entendía que a algunos les pudiese gustar su cuerpo, pero reprochaba la falta de discrección de algunos usuarios. El vestuario de un gym, es un micro mundo, en el que no falta de nada. Hay gente de todos los tamaños, colores y edades. En el banco de su izquierda, se secaba un joven de aspecto árabe, quien sin duda, y a tenor de sus musculadas espaldas, era un asíduo a las instalaciones. Todo lo contrario, que el muchacho, bien entrado en carnes, que se cambiaba frente a su taquilla. No obstante, dedujo que como casi todos los que por allí asomaban, tendría ese punto de narcisismo, que tantas y tantas veces había observado. Jonás pensaba que sus compañeros de gym, eran gente de todo tipo, pero con algo en común. Les veía con un punto de coqueteria más que a la media. Si vienen aquí para cuidar el cuerpo, es porque les gusta luego presumir de ello. Era su idea, en la que sin duda, él encajaba a la perfección. Jonás es una persona presumida. No aparenta su edad, que ya se aproxima a la cuarentena, y es en parte, porque siempre se ha cuidado. Con los auriculares puestos, se adentra en la sala de máquinas. De un vistazo rápido, examina a sus compañeros de ejercicios. Dos muchachas, algo más jóvenes que él llaman rápidamente su atención. Sus ajustadas mallas, y sus imponentes curvas, hacen que la actividad cerebral de Jonás, aumente expotencialmente. Su punto de timidez, no le permiten acercarse, por lo que se concentra en sus ejercicios. Como hace tiempo que no practica, decide hacer un entrenaminento suave. Jonás controla toda la sala. Las dos chicas, han salido juntas, y con ellas, la única distracción visual. Frente a él, una señora con demasiados kg, intenta pedalear, al tiempo que lee el Hola. Piensa que hay algunas que no tienen solución, pero valora su fuerza de voluntad y la ausencia total de complejos. En sus auriculares, Fito y los fitipaldis le explican, como por la boca muere el pez. De pronto, para de hacer sus ejercicios, y despega de sus oidos los auriculares. Ha observado algo de lo que nunca se había dado cuenta. Ve como cada persona, va a lo suyo. Nadie habla con nadie. Los usuarios se esfuerzan, en ejercicios individuales. Otros esperan a que la máquina en cuestión quede libre. Pero ni una palabra. Ni una mirada. Nada. Es todo tan inhumano...todo tan frio....Como si de una pelicula se tratase, uno no puede hacer más que observar. Las dos de las mallas, vuelven en silencio. Cada una lleva sus auriculares. Es como si fuesen autómatas. Cada uno es una parte del todo. Pero una parte indivisible e insumable. Todos son desconocidos, aunque hay personas a las que lleva viendo más de 6 meses. Pero no sabe nada de ellas. Es como si la sociabilidad, se acabase al entrar por la puerta. Inmediantamente, pensó que deberían prohibir los auriculares. Lo único que hacen es que cada uno se meta en su mundo, y ni hable, ni escuche. Tampoco era cuestión de montar una tertulia en el gym, pero si al menos, conocer algo sobre la persona que a dos metros de ti, lleva tantas tardes, y no sabes ni su nombre. Bajando la vista, se vuelve a poner sus auriculares, Madonna en este caso le canta a su isla bonita, y Jonás piensa que hoy está un poco más filosófico de lo normal. Empapado en sudor, da por concluidos sus ejercicios. De vuelta a los vestuarios, vuelve sobre su idea de hacerlos mixtos. Mandaría una sugerencia a la dirección. Posiblemente, le tomasen por loco, pero, Jonás no era de los que se arrugaba ante las adversidades. Una vez dentro de los mismos, vuelven las desconfianzas. Observa como el discreto señor de pelo blanco de su izquierda le mira de soslayo. Da lo mismo, está inmunizado. Al principio era algo que le preocupaba, pero que con el tiempo, había asimilado. Curiosamente, en los vestuarios, si que hay grupos que hablan, y piensa que el ambiente es distinto. Acaba de arreglarse, y se dispone a salir. En sus auriculares, Ryan Paris le explica lo que es la Dolce Vita.

domingo, 8 de marzo de 2009

Ovejas


Cuando emprendió la marcha, faltaban 5 minutos para las 8 de la mañana. Jonás, volvia a llegar tarde una vez más. Su carácter abierto, y su excelente sentido del humor, hacían que no se le conociesen enemigos. Rehuía de los enfrentamientos personales, aún a costa de perder sus propios derechos. Jonás iba concentrado en el tráfico, que no le permitia avanzar con la diligencia que él quería. En su cabeza, ordenaba la actividad del día. Era, pensaba, otro dia más. La rutina, se había acoplado a él, como una tuerca con su tornillo. A pocos metros de su camino, una pareja discutía amargamente. El aspecto era el de una riña algo más subida de tono de lo que se podía considerar como razonable. El semáforo en rojo, permitia a Jonás divisar la escena con detenimiento. El hombre, muy corpulento y desaliñado, intentaba sujetar a una mujer, de la que tan sólo destacaba su negra melena. Ella, manoteaba bruscamente contra su agresor, manteniendolo a una distancia de seguridad, que a todas luces era insuficiente. Un inoportuno pitido del coche de atrás, sacó a Jonás de su ensimismamiento. Sin dejar de mirarles, reanudó la marcha. La mano del agresor, conectó con el rostro de la mujer, que indefensa, estrelló su cuerpo contra el suelo. Una patada hizo que la mujer lanzara un desgarrador grito, que Jonás escuchó a pesar de la distancia que ya los separaban. Jonás sintió que la patada se la habian dado a él mismo. El tráfico seguia su curso. Como ovejas dentro de un rebaño, nadie se inmutaba del maltrato al que la mujer se estaba viendo castigada. Algo se removió dentro de las entrañas de Jonás, que de un volantazo se salió de su camino habitual. En décimas de segundo, habia decidido que no podía consentir lo que estaba viendo. Desde su coche, llamó a la policía, informando de la agresión. Pero no podía esperar a que ellos llegasen. Sería demasiado tarde. El combate era muy desigual. Si no ayudaba a la pobre mujer, ésta no sobreviviria. A toda velocidad, se acercaba haciendo sonar el cláxon. Su intención era hacer todo el ruido posible, buscando aliados dentro del rebaño, que inmutable seguía su paso. Llegó a pocos metros de donde se estaba produciendo la agresión, bajó del coche y cogiendo impulso se lanzó contra el agresor, derribándolo con el peso de su cuerpo. Los dos cayeron al suelo. Jonás estaba fuera de sí. Jamás se había pegado contra nadie. Comprobó que aquel cobarde era de etnia gitana. Sus ropas negras, su piel aceituna, y sus rasgos eran inconfundibles. Torpemente, intentaba golpear a aquel desalmado. Se había convertido en una cuestión de supervivencia. El rebaño seguía inexorablemente su paso, lento pero seguro. Dos hombres se jugaban la vida a pocos metros, pero parecía que a nadie le importaba. El gitano, mucho más avezado en el cuerpo a cuerpo que Jonás, logró zafarse, propinando un tremendo golpe a nuestro heróe. Vio como sacaba de su bolso una enorme navaja. En ese momento, Jonás comprendió que iba a morir. Estaba indefenso, en el suelo, cansado por el rifi-rafe anterior. Su mente trabajaba deprisa, pero no veia escapatoria. El gitano, parecía estar cumpliendo con un ritual, ya que sus gestos y sus movimientos eran de una precisión milimétrica. Lo cogió del nudo de la corbata, esa que le regaló su suegra por navidades, apretando con ambas manos. Un acto reflejo, hizo que la poca fuerza que quedaba en el cuerpo de Jonás, se concentrase en su rodilla, propinando un magnífico rodillazo en la entrepierna del voluminoso gitano. Éste, acusó el magnifico golpe, soltandolo repentinamente. Las sirenas de las fuerzas del orden, se oían en la distancia. Los conductores asistían impavidos al espectáculo. Nadie hacía nada. La sociedad es cobarde y se ampara en la multitud, para no ver lo que no quieren ver. Jonás se puso de rodillas. le costaba respirar. Las potentes manos del gitano, habían hecho mella en él. Le costaba respirar, empapado en sudor y con los ojos desbordados de lágrimas, distinguia como el agresor se reponía de la efectiva patada. Llegaba el segundo asalto, en clara desventaja. La preocupación de Jonás era la imponente navaja que blandía en su mano derecha el agresor. Si en algún momento pensó que estaba cerca de la muerte, ése era el momento. El calé se avalanzó de nuevo contra él, con la intención de clavarle el arma, pero ya no tenía la precisión de unos minutos atrás. El cansancio físico tambien hacía mella en el gigante. No obstante, la ventaja era muy sustancial para él. Las fuerzas de Jonás estaban a punto de abandonarle. El rebaño continuaba sin inmutarse, las sirenas se oian cada vez más cerca, pero sabía que el desenlace no se demoraría más de unos segundos. Cuando ya contaba que todo estaba perdido, unas gotas de sangre caian sobre Jonás. El gitano, había quedado inerte, sin fuerzas, y el arma caía muy cerca del rostro de nuestro amigo. La vista se desvió unos centímetros a su derecha. La mujer de la larga cabellera negra, sujetaba una puntiaguda piedra en su mano derecha, cuyo extremo, se teñia de rojo, mientras lanzaba juramentos contra el agresor que a punto habia estado de acabar con su vida. Ayudó a incorporarse a Jonás, apartando el pesado cuerpo del gigante. Las sirenas cada vez se oían más cercanas. De repente una fuerte luz cegaba la vista de Jonás. ¡¡¡Jonás¡¡¡ despierta que ya es muy tarde. Las dulces manos de Raquel, zarandeaban a un Jonás empapado en sudor. El despertador seguía sonando. De un rápido manotazo, la bella mujer apretó el botón que silenciaban las sirenas que oía nuestro personaje desde hacía tiempo. Tardó en volver a la realidad. Mientras desayunaban, contaba cada detalle de su pesadilla. A la hora de vestirse, decidió que hoy, no se pondría corbata.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La señora de la limpieza


Eran las 6.30 de la mañana. El quinto "beep" del despertador, hizo que Hugo se removiese en la cama, y por fín sacase su caliente mano de debajo de las sábanas para apagar el dichoso sonido. Con un ojo todavía dormido, acertó a sentarse en el borde de la cama. Otra vez más, una de las zapatillas había caido lejos anoche, por lo que tendría que apoyar su pie en el frio suelo. Dió tres pasos, se calzó, tambaleándose y medio dormido, alcanzó el cuarto de baño. Los apliques de luz, que con tanto esfuerzo en su dia colocó, cegaban sus aletargados ojos. Media hora larga, es lo que le lleva a Hugo expulsar de su pequeño cuerpo la cena de anoche, ducharse y afeitarse. Durante el desalojo, le gusta ojear su revista de coches en vigor, o quizás la última de cotilleos que Elena dejó allí por la noche. Si, porque Elena, a pesar de su extremada belleza, y sus finos modales, era de vientre lento, por lo que las pocas veces que entraba a obrar, lo hacía con extremada calma y dedicación. Hugo de por sí es bastánte rápido a la hora de cumplir con su digestión, pero la lectura y el aroma, le mecen en uno de los que sin duda, califica como mejores momentos del día. Mecánicamente, pone el tostador, y se prepara un gran tazón de nesquick. Mientras Carlos Herrera desmenuza la actualidad del día, termina el desayuno, friega los cacharros, y como todos los días, sale atropellado de casa, ha vuelto a hacer de pronto tarde.
Las escaleras no tienen secretos para él, las conoce una a una, y las baja de tres en tres. El coche, el viejo Golf blanco, esta noche se ha librado de la helada. Arranca a la primera, y sale directo a trabajar. En la radio del coche, Herrera sigue repartiendo a diestra y siniestra, y Hugo, sonrie cuando comentan que el presidente coge su guitarra y Moratinos acompañando a Maria Teresa, le hace los coros. Hugo es una persona moderada y tranquila, pero no le gusta que le engañen, es concienzudo en sus pensamientos, y muy abierto de ideas, siempre pensando en que lo que realmente se echa en falta en la clase política es sentído común. Absorto en sus pensamientos estaba, cuando el claxon del impaciente que lleva detrás, le sobresalta, mete primera y sale, mascullando lo gilipollas que se puede ser, cuando se está en segunda posición de un semáforo. Disfruta del tacto que conserva su viejo Volkswagen, cuando de repente, nota como algo dentro de sus tripas se mueve. Piensa que lo tiene todo controlado, ladea su cuerpo hacia la izquierda, respira profundo y hace un pequeño esfuerzo subabdominal, para soltar lo que el piensa que es un simple pedo. La preocupación le invade, cuando percibe como además del elemento gaseoso, le acompaña una pequeña deposición. Nota como una terrible presión, le oprime la zona del esfuerzo, aprieta los gluteos con toda su alma y acelera el ritmo de la conducción, tomando las curvas casi a dos ruedas. Sudando y apresurado, llega al parking de la empresa donde trabaja. En la puerta, le sorprende encontrarse con un contenedor de obra en las que en negro puede leerse "TRASCON". No sabía que se estuviese haciendo ninguna obra en la nave. Le rodea como puede, y corriendo sube las escaleras que le llevan a los cuartos de baño. En el corto trayecto, se ha desatado el cinto, y ha desabrochado el botón del pantalón. Inconscientemente, su cerebro le ha dicho a su aparato digestivo que inmediatamente podrá liberarse de lo que tanto le oprime. Al dar la vuelta al esquinazo de los vestuarios, la preocupación se convierte en tragedia. Rosa, la corpulenta encargada de la limpieza, está fregando los retretes, y cuando esto pasa, su palabra es ley. No se puede pasar, y Hugo lo sabe. Sabe que no podrá convencerla. Nadie, desde que el trabaja allí había podido ablandar ese roqueño corazón. Aunque no está escrito en ninguna parte, sabe que es su terreno, y que allí, Rosa, es invencible e implacable. No se apiadará de él. En éstas estaba, cuando su sistema digestivo, le vuelve a ocupar toda su atención. Reclama al cerebro su promesa. Hugo piensa a la velocidad de un ordenador de la NASA. Está en juego lo que está en juego. Da dos pasos para delante, uno para la derecha, otro para atrás...anda en circulos, piensa muy rápido. No ve salida, aprieta el culo y la situación se hace insostenible. Cegado por la necesidad, enfila el pasillo. Nota como el sudor ya empapa su camiseta. La situación es límite. Se dirige a los cuartos de baño de señoras, es su última esperanza. La necesidad le aprieta, y asume el riesgo de que le pillen entrando es ese lugar, completamente vetado para los hombres. Cuando por fín llega al final de la escalera, la tragédia se convierte en holocausto nuclear. Dos albañiles aporrean con sus mazas los azulejos del cuarto. Se siente acorralado. Su intestino ya no manda mensajes al cerebro, su intestino ha invadido su cerebro.El fondo de sus ojos, ha pasado del blanco habitual, a un intenso y sospechoso color marrón. Agotado, sudoroso, ciego por la necesidad, sale al exterior de la nave. Se ilumina su mirada, da un salto, y se mete en el TRASCON. A sangre y fuego, se baja pantalones y el calzoncillo. Su pequeño cuerpo se acomoda en el interior del contenedor, se agacha y por fín, descerraja una tremenda ventosidad. Inquieto cual leona después de hacer presa, vigila los alrededores. Ser descubierto por un compañero, o lo que es peor por un superior, en ese trance, podría ser fatal. Despues del tercer envite, por fín se ve liberado del incomodo pasajero que llevaba en su interior. Con tremendo orgullo, examina la deposición, pensando que a pesar de su pequeña estatura, ese volumen era digno de un macho mucho más voluminoso que él. Pero aún no han terminado sus preocupaciones. Con las prisas, no ha cogido nada con lo que adecentarse la zona de tránsito. Otra vez, ha de tomar una decisión rápida. Está en una posición muy comprometida y tiene que abandonar el contenedor con suma urgencia. Tan sólo tiene a mano unos cascotes de obra. Su cerebro rechaza con autoridad su primer impulso. Sabe que si utiliza esos rotos ladrillos, estará sin poder sentarse durante una semana. Pero Hugo es un hombre de recursos. Mira hacia sus pies, respira hondo de nuevo. Se ve acorralado tanto por la premura como por lo embarazoso de la situación. Sin dudarlo, se quita los zapatos, y segudamente se quita el calcetín derecho. Quien iba a pensar, que el regalo de su suegra, iba a tener un final tan trágico. Más que por lo abundante de la deposición, por la textura de la misma, no tiene suficiente con el calcetín derecho, teniendo que recurrir al izquierdo. Comprueba que todo está en orden, se sube los calzoncillos, los pantalones, se pone los zapatos, y tapa la prueba del delito con los cascotes que antes desprecio. Hugo es un hombre nuevo. Ha salvado la situación y el coste ha sido sólo un par de calcetines. Ahora sólo piensa en explicarla a Elena cómo ha perdido los calcetines. Y él en su interior piensa, total, vinieron de la mierda y terminaron en la mierda.

martes, 3 de marzo de 2009

"rehacer tu vida"


Hoy, y sin que sirva de precedente, voy a escribir sobre mi. Me he encontrado con una persona que en el pasado fue muy importante en mi vida, y me ha sorprendido cuando me ha preguntado que si "habia rehecho mi vida". En ese momento, me he quedado sin respuesta, pero, he reaccionado a tiempo y mira por donde no creo que se la vuelva a ocurrir preguntar eso jamás a nadie. Es de esas personas, cuyo único objetivo, desde que nace, es encontrar pareja, es formar una familia, y es ser ama de su casa. ¡¡¡Cuánto tengo que agradecerla cuando decidió que yo no la servía para sus objetivos¡¡¡. Teniendo en cuenta esos antecedentes, lógicamente ella estaba en la idea de que mi vida, despues de su decisión, se habría roto, y por ello lo de rehacer, no se puede rehacer nada que no se haya deshecho con anterioridad. Y eso es precisamente lo que la he contestado. "No he rehecho mi vida, porque jamás ha estado rota". La cara que ha puesto, era poco más o menos que la misma que ponía cuando el tirano de su padre, despues de comer, la hechaba un tremendo rapapolvo porque no tenía los anises preparados. Y yo lo recuerdo muy frecuentemente, que de aquella, su padre tenía poco más o menos la edad que yo tengo ahora. Era un señor muy mayor. Con poco pelo, y con la barba canosa. Y con una mala hostia, que sufría del estómago de tal manera, que los anises tenían que estar en la mesa, antes de que él los pidiese. Sinceramente, creo que con esa edad, y esa amargura interior, lo único a lo que podía aspirar es a quedarse más sólo que el as de bastos. Como así fue. Sus hijas huyeron a la más mínima y su hijo, no se si le aguantará mucho o poco, pero me decanto más por lo segundo. Lo que quiero decir con todo esto, es que, a pesar de los avances que hace el género femenino en esta sociedad, todavía nos encontramos con mujeres, más o menos jóvenes, a las que una educación retrograda y machista, las ha condenado de por vida a vivir en un segundo plano. A ir dos pasitos por detrás del marido (como los emperadores de Japón), a ser serviles, obedientes, cristianas, practicantes, modositas, decentes, limpias, gordas y con la permanente de rulo fino. Y todo eso, viene marcado por una educación transmitida por un padre prepotente, misógeno, tirano, acomplejado, de derechas, del Real Madrid, bajito y calvo. Es una pena, que alguien pueda marcarte la vida de esa manera. Es una pena que con veinte años estuviese tan buena, y ahora , casi veinte después, sea más fácil saltarla que darla la vuelta.

domingo, 1 de marzo de 2009

Consulta


Hoy es el gran dia. Señores, hoy es el dia en que nuestro mecanismo democrático nos da la voz. Es como en las bodas, "que hable hoy....o calle para siempre". En este caso, que calle para 4 años, porque hasta entonces, no nos van a volver a preguntar. La población tiene que expresar sus deseos, y es mucho lo que nos jugamos todos, fundamentalmente en las elecciones vascas. La posibilidad, según todos los sondeos, de que por fín, el PNV no gobierne, abre las puertas a la libertad en ese trocito de España. Porque las provincias vascongadas, mal que le pese a alguno, es un trocito de España, un trocito de todos nosotros por tanto. Entre tanto, los dos grandes partidos, tendrán que hacer de tripas corazón, y como dice la canción, tendrán que bailar pegados, pero muy pegados. Porque en las vascongadas, el pueblo va a decidir, no que gobierne el PSOE o el PP, si no que de una vez por todas, la libertad se haga un sitio, porque para eso estamos preguntando. No vale, bajo ningún concepto, que despues de la consulta, alguno se eche al monte, le entre el canguelo, y pacte con los malos. Por mi parte, doy todos mis ánimos a los valientes que, jugandose la vida y la de sus familias, se presentan a gobernar esa porción que tantas alegrias y tantos disgustos nos da. Porque las vascongadas son un territorio fértil, tiene un potencial tremendo, y una realidad que para si las quisieramos en otras partes de España. Sus gentes, por lo general, son gente sana, muy suya, muy vasca, con un apego terrible a sus tradiciones. Y que lo sigan siendo. Lo cortés no quita lo valiente. Son gente amable, sincera, abierta. Ahora sólo quiero que tambien demuestre, una vez más, ese coraje que les hace levantarse de la cama todos los dias, para que todo ese pueblo prospere. Y desde luego, las armas, el tiro en la nuca, las reivindicaciones independentistas, no son el camino. Y prometo, en su honor, brindar desde pucela, con una copita de txacolí.