sábado, 14 de marzo de 2009

Dolce Vita.


Jonás madrugó ese sábado. Entre sus prioridades, esta vez estaba ir al gym. Lo llevaba pensando toda la semana. Unos días por unas cosas, otros por otras, no había podido hacerlo desde hacía un mes. Esta vez, nada se pondría por delante. Salio del portal de su casa, con la bolsa al hombro. Decidido arrancó el coche, que sin mayor esfuerzo, le llevaría al destino. Conduciendo, pensaba como había logrado alcanzar un nivel físico óptimo, gracias a sus esfuerzos y su constancia, pero que la ausencia de esos ejercicios últimamente, le habían hecho retroceder en su plan de mantenerse en forma. Entró en las instalaciones. Soprendido por la presencia de un nuevo recepcionista, muy del gusto de las féminas, ofrecio los buenos dias a toda la concurrencia. Llegó al vestuario, no sin antes pensar en lo bueno que sería que fuesen mixtos, y en que para algunas cosas, estabamos todavía en el siglo XIX. No obstante, una vez dentro, Jonás era de los que desconfiaba de todo el mundo. Se sentía observado, y eso le incomodaba. Entendía que a algunos les pudiese gustar su cuerpo, pero reprochaba la falta de discrección de algunos usuarios. El vestuario de un gym, es un micro mundo, en el que no falta de nada. Hay gente de todos los tamaños, colores y edades. En el banco de su izquierda, se secaba un joven de aspecto árabe, quien sin duda, y a tenor de sus musculadas espaldas, era un asíduo a las instalaciones. Todo lo contrario, que el muchacho, bien entrado en carnes, que se cambiaba frente a su taquilla. No obstante, dedujo que como casi todos los que por allí asomaban, tendría ese punto de narcisismo, que tantas y tantas veces había observado. Jonás pensaba que sus compañeros de gym, eran gente de todo tipo, pero con algo en común. Les veía con un punto de coqueteria más que a la media. Si vienen aquí para cuidar el cuerpo, es porque les gusta luego presumir de ello. Era su idea, en la que sin duda, él encajaba a la perfección. Jonás es una persona presumida. No aparenta su edad, que ya se aproxima a la cuarentena, y es en parte, porque siempre se ha cuidado. Con los auriculares puestos, se adentra en la sala de máquinas. De un vistazo rápido, examina a sus compañeros de ejercicios. Dos muchachas, algo más jóvenes que él llaman rápidamente su atención. Sus ajustadas mallas, y sus imponentes curvas, hacen que la actividad cerebral de Jonás, aumente expotencialmente. Su punto de timidez, no le permiten acercarse, por lo que se concentra en sus ejercicios. Como hace tiempo que no practica, decide hacer un entrenaminento suave. Jonás controla toda la sala. Las dos chicas, han salido juntas, y con ellas, la única distracción visual. Frente a él, una señora con demasiados kg, intenta pedalear, al tiempo que lee el Hola. Piensa que hay algunas que no tienen solución, pero valora su fuerza de voluntad y la ausencia total de complejos. En sus auriculares, Fito y los fitipaldis le explican, como por la boca muere el pez. De pronto, para de hacer sus ejercicios, y despega de sus oidos los auriculares. Ha observado algo de lo que nunca se había dado cuenta. Ve como cada persona, va a lo suyo. Nadie habla con nadie. Los usuarios se esfuerzan, en ejercicios individuales. Otros esperan a que la máquina en cuestión quede libre. Pero ni una palabra. Ni una mirada. Nada. Es todo tan inhumano...todo tan frio....Como si de una pelicula se tratase, uno no puede hacer más que observar. Las dos de las mallas, vuelven en silencio. Cada una lleva sus auriculares. Es como si fuesen autómatas. Cada uno es una parte del todo. Pero una parte indivisible e insumable. Todos son desconocidos, aunque hay personas a las que lleva viendo más de 6 meses. Pero no sabe nada de ellas. Es como si la sociabilidad, se acabase al entrar por la puerta. Inmediantamente, pensó que deberían prohibir los auriculares. Lo único que hacen es que cada uno se meta en su mundo, y ni hable, ni escuche. Tampoco era cuestión de montar una tertulia en el gym, pero si al menos, conocer algo sobre la persona que a dos metros de ti, lleva tantas tardes, y no sabes ni su nombre. Bajando la vista, se vuelve a poner sus auriculares, Madonna en este caso le canta a su isla bonita, y Jonás piensa que hoy está un poco más filosófico de lo normal. Empapado en sudor, da por concluidos sus ejercicios. De vuelta a los vestuarios, vuelve sobre su idea de hacerlos mixtos. Mandaría una sugerencia a la dirección. Posiblemente, le tomasen por loco, pero, Jonás no era de los que se arrugaba ante las adversidades. Una vez dentro de los mismos, vuelven las desconfianzas. Observa como el discreto señor de pelo blanco de su izquierda le mira de soslayo. Da lo mismo, está inmunizado. Al principio era algo que le preocupaba, pero que con el tiempo, había asimilado. Curiosamente, en los vestuarios, si que hay grupos que hablan, y piensa que el ambiente es distinto. Acaba de arreglarse, y se dispone a salir. En sus auriculares, Ryan Paris le explica lo que es la Dolce Vita.

1 comentario:

  1. Siempre me he preguntado porqué va la gente al gimnasio? yo los odio!!. Pero un año me dió por apuntarme....a ver que tal la experiencia. Como las maquinas no me gustan y me parecen aburridas, iba a batuka, mucho más divertido!! Como es parecido al baile, todo mujeres, por supuesto.... Algún día me animé y fui a otras clases. Chicos musculoso con pesas!!! Van a ponerse en forma? o es demasiado culto al cuerpo, mucho musculito... Y es que ahora está demasiado de moda y si no haces footing, o vas al gym, no estás a la moda. No es que lo critique, porque hacer ejercicio me parece muy bueno, pero sin pasarse, no?. Anda que no hay cosas interesantes que hacer en la vida....

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